Bertrand Russell fue un matemático y filósofo británico de gran importancia durante finales del siglo XIX y principios del XX.

Una de sus contribuciones más notables fue la paradoja que lleva su apellido: La paradoja de Russell
Como prefiero no entrar en aspectos matemáticos contaré una pequeña historia que servirá para ejemplificar lo que quiere enseñar:

En un antigua ciudad había un barbero jefe que un día ordenó, al haber poco personal, que solamente deberían ser afeitadas por barberos aquellas personas que no pudieran hacerlo por ellas mismas.

Al cabo de unos días un hombre llegó a la ciudad para reunirse con el jefe y le contó lo siguiente:
Maestro, en mi pueblo soy el único barbero y hay una persona a la que no puedo afeitar: ¡yo! Si me afeitara estaría incumpliendo la norma de que solamente sean afeitadas por un barbero aquellas personas que no puedan hacerlo por sí mismas. Al no poder afeitarme, otro barbero debería hacerlo... ¡pero soy el único que hay!

Utilizando la lógica llegaríamos fácilmente a que el barbero se afeita a sí mismo si, y sólo si, no se afeita a sí mismo, es decir, nos encontramos ante una contradicción.

De esta manera, pero cambiando el ejemplo, podríamos demostrar que los seres todopoderosos no existen:

Un ser todopoderoso, como por ejemplo Dios, puede crear cualquier tipo de objeto. Si es capaz de crear cualquier tipo de objeto también lo es de crear una piedra suficientemente grande que no la pudiera mover. Si no es capaz de crearla, ya no es todopoderoso (hay algo que no consigue realizar), mientras que si lo hace, no podrá moverla.


Al llegar a una contradicción podemos afirmar que los seres todopoderosos no existen
Dios, si existiese, no sería todopoderoso.

1 comentario:

dvalcarce dijo...

Me encanta la belleza simple y contundente de la Paradoja de Russell.

Russell en un principio buscaba poder demostrar mediante el intelecto, y no la fe, la existencia de Dios, una tarea -dentro de lo que cabe- muy parecida a la realizada por Tomás de Aquino. Revisó, por ejemplo, el argumento ontológico -ya esgrimido en la Edad Media-, pero este no fue suficiente para convencerlo. Necesitaba algo más sólido desde el punto de vista científico.

A medida que su pensamiento filosófico y matemático fue madurando, especialmente en el campo de la lógica fue abandonando más el interés en confirmar la existencia de Dios y fue centrándose más en la idea de averiguar su existencia o su inexistencia. Ahí es donde entra en acción la Paradoja de Russell o del Barbero, la cual habla de conjuntos que se contienen a sí mismos y los problemas que de ahí surgen.

Pero no sólo por eso merece la pena destacar el mérito de este hombre. Amigo íntimo de Einstein, firmó con él un manifiesto pidiendo el cese de la investigación de la energía nuclear con fines bélicos. Firme en sus ideales, defendió toda su vida el sufragio universal, una eduación sexual abierta (avogando por la reforma de la ley homosexual, los métodos anticonceptivos, el divorcio...), la igualdad racial, etc.

Sin duda, me quedo con el siguiente fragmento que publicó a los 98 años:
"He vivido en busca de una visión, tanto personal como social. Personal: cuidar lo que es noble, lo que es bello, lo que es amable; permitir momentos de intuición para entregar sabiduría en los tiempos más mundanos. Social: ver en la imaginación la sociedad que debe ser creada, donde los individuos crecen libremente, y donde el odio y la codicia y la envidia mueren porque no hay nada que los sustente. Estas cosas, y el mundo, con todos sus horrores, me han dado fortaleza."