El momento de la democracia ha llegado. Hemos tenido que esperar casi cuatro años para poder elegir a la persona que dirigirá este moribundo país y que llevará a la mayoría de los ciudadanos, casi con seguridad, a la catástrofe.

Uso las palabras "casi con seguridad" porque, aunque hay ideas de partidos minoritarios que podrían ayudar a esta recuperación, doy por sentado que nuestro amado pueblo no es capaz de elegir a un dirigente que no milite en alguno de los dos partidos más conocidos.
Durante los próximos meses escucharemos distintas frases y chorradas del estilo: "tenemos la solución a la crisis" o "si nos votáis conseguiremos el pleno empleo, os aumentaremos el sueldo, alcanzaremos la paz mundial, solucionaremos el problema del hambre en el mundo y todo esto en un par de días". No os engañéis, no tienen ni puta idea de qué hacer, y al primero que van a intentar joderte es a ti. Hay que aceptar, eso sí, que estas afirmaciones quedan muy bien cara al público.

Mientras ellos están a su rollo, el sistema se hunde. Se hunde de verdad. Hasta ahora conversábamos tranquilamente en nuestros respectivos lugares de reunión sobre los trajes que robó Camps, el vecino que se quedó sin trabajo o que las colas del paro cada vez eran mayores; pero no veíamos una amenaza nuestro empleo. Si seguimos con este planteamiento la situación empeorará, la crisis será cada vez más fuerte y no mejorarán ni las pensiones, ni las condiciones laborales, ni el salario.
El modelo con el que hemos hundido a millones de personas en la más absoluta miseria y que nos ha dado una calidad de vida muy elevada está llegando a su fin. Es insostenible y difícilmente tendrá una solución a medio plazo. Hay que hacer algo, y tiene que ser rápido.

Es hora de que nuestra voz se escuche en las urnas y demostrar que los movimientos ciudadanos de los últimos meses han servido de algo. Si no cambiamos el presente, el futuro laboral español se limitará a 3 salidas: por tierra, mar o aire.

Tú decides.

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