Lo que en un principio se considera magnífico, como es el hecho de que alguien sea superdotado, puede convertirse en un auténtico calvario.
En el periódico "El País" comentaron ayer el caso Cristina, una adolescente nacida en Logroño con un cociente intelectual de más de 170 puntos y que tuvo que sufrir, desde los 11 años, agresiones por parte de sus compañeros de clase. A pesar de que los padres pidieron que la cambiaran de curso en repetidas ocasiones, no pudieron conseguirlo.
El día más trágico llegó una mañana en la que fue agredida y casi muere ahogada en uno de los retretes del colegio mientras varios animales le gritaban: "¡monstruo!" y "¡rara!". Tuvo que ser ingresada en el hospital y, a pesar de que el parte médico fue remitido a la Fiscalía de Menores, el caso se cerró ya que los agresores no llegaban a los 14 años.
Una vez terminada la ESO comenzó bachillerato y, desgraciadamente, se volvió a encontrar con aquellas personas que años atrás le habían hecho la vida imposible. Durante ese curso aparecieron pintadas en los baños con su nombre y ataúdes encima de él.
Cristina cayó en una depresión, dejó los estudios e intentó, incluso, suicidarse.
El tiempo pasó, recuperó el ánimo y ahora está estudiando una carrera. Le está yendo muy bien, pero la sensación que tiene ella y toda su familia es que podría haber llegado mucho más lejos si desde un principio estuviera en el nivel donde le correspondía.
Al enterarme de esta historia me cabreé bastante. ¿Por qué en un país como el nuestro la gente superdotada no puede recibir una educación que se adapte a su nivel? ¿Por qué no se puede sancionar a unos alumnos que casi matan a una chica de su centro? ¿Por qué todos los que pueden solucionar esto hacen oídos sordos a lo que sucede?
No es normal que cada año el nivel escolar sea menor y que, aún por encima, se maltrate a aquellos que están muy por encima del resto.
Así no vamos a llegar a nada.
5 de abril de 2010
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